Ya ha amanecido y Segovia es una ensoñación tras la niebla. Hemos atravesado muros y piedras y llegamos hasta aquí en busca de una palabra poética, la de Luis Llorente, quizás el último poeta.
Porque Luis incita a ver no la luz, no el fuego ni el fruto sino su huella. Y a través de su intencionado y sencillo conjuro, lo enigmático se vuelve cotidiano y la humanidad renace en la perfección de su instante poético como el rito expiatorio de la pureza, como un canto mágico y desbordante que inundase las calles angostas de luz.
La nostalgia del origen surge en sus versos brillantes de una forma limpia e intacta y la cristalización de lo oculto se enaltece como una llave mágica que abriese todas las puertas.
Y qué mejor manera de definir su poesía que con sus propios versos y palabras:
Oxígeno y asombro,/ aparición y lumbre/de la palabra naciente contemplada.