El médico es una novela histórica de Noah Gordon convertida en best seller, que narra la azarosa vida de Rob J. Cole desde que a los nueve años se queda huérfano en Londres hasta que acaba convertido, con mucho esfuerzo y superando increíbles avatares, en un médico gracias a las enseñanzas del mejor de la época: Avicena. El protagonista de la historia realiza un peregrinaje épico hasta que consigue llegar a Persia y más tarde logra convertirse en discípulo del ya mencionado médico y filósofo. Para no dejar esta breve alusión a la historia de la novela a medias, añadiré que, tras la muerte de su maestro, continúa su odisea y regresa al lugar de nacimiento, donde tendrá que enfrentarse de nuevo a numerosos problemas y finalizará sus días ejerciendo la medicina en Escocia, tierra de su esposa, lugar al que ambos acabarán huyendo.
Si bien las vicisitudes del personaje no resultan siempre demasiado agradables, creo también que es del todo recomendable su lectura, porque no solo nos ilustra sobre la historia de la época magistralmente, se muestra además que “el que la sigue, la consigue” y que el esfuerzo y el afán de superación siempre conlleva una recompensa, a pesar de los obstáculos que se puedan encontrar en el camino.
El hecho de que el protagonista posea un don y una vocación tan arraigada que marca y guía todo su trayectoria, me ha hecho reflexionar sobre “el médico” como profesional y su importancia en nuestras vidas. En este mundo al revés en el que vivimos, muchos aspiran a llegar a convertirse en alguna clase de profesional como futbolista o en divos de reality show. Creo que si esos agentes del espectáculo son más valorados y recompensados en nuestra sociedad que aquellos otros que salvan vidas, algo no anda demasiado bien.
Cuando pensamos en la época medieval, el contexto en el que transcurre la novela, con frecuencia nos vienen a la mente ideas o imágenes asociadas a la suciedad, falta de comodidad, enfermedades, superstición, fanatismo… Afortunadamente, vivimos ya muy lejos de todo eso, pero instalarnos en el reino de Jauja de nuestros días no creo que nos haga sentir mejor.
Leamos o volvamos a leer la novela de Noah Gordon para recordar lo que parece que hemos olvidado: Debemos seguir nuestro destino cueste lo que cueste y a pesar del esfuerzo que ello suponga.
Y por último para acabar, quiero dedicar las divagaciones vertidas en este artículo a José Luis González, médico de Castrillón recientemente jubilado.
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No lei esta novela… Pero si otra suya «el ultimo judio» creo que ere y me gusto… Procuraré leer este, lo que me llama la atencion es la dedicatoria, pues no siempre lad profesiones van acompañadas de dedicacion y vocacion y es agradable encontrarse con ello, no siempre sucede….me gusta tu articulo
Muchas gracias, Rubén. Ya me contarás, cuando la leas.
Hola Carmen, no lei el libro de Godon, pero si el de Gilbert Sinoué, Avicena o LA RUTA DE ISFAHÁN, y también la película y quedé enamorado del personaje Ibm Rush. Que grande su historia su vida y TÚ, QUE BIEN ESCRIBES. Cuidate, un saludo.
Muchas gracias, por tu comentario, Bernardino. Ojalá fuese capaz de pintar como lo haces tú. Un abrazo.
Carmen, recojo el testigo que nos lanzas.
No me creerás, pero El médico es una de las novelas que tengo en el debe desde hace una eternidad, y después de leer tu artículo, he decidido pasarme por una de mis páginas fetiche, Iberlibro, y adquirir un ejemplar para ponerlo como un tesoro más entre el resto de los de mi biblioteca. Sin duda será mi próxima lectura.
Además de recordar el argumento, como siempre haces en tus artículos, has tocado dos temas a modo de reflexión con los que estoy totalmente de acuerdo. Por un lado, pienso como tú que es importantísimo perseguir tu propio destino, sobre todo si este se presenta en forma sueño convertido en proyecto vital, como es el caso del protagonista de la novela de Noah Gordon, más aún si con la conquista del mismo haces tanto bien al resto. Y esto creo que es fundamental remarcarlo, porque yo soy de los que creo que el fin no siempre justifica los medios, y a veces para conseguir nuestros propósitos corremos el riesgo de minar en parte los de otros, aquellos que tal vez no sean tan pertinaces o que simplemente no tienen oportunidad de serlo.
El otro aspecto que acertadamente resaltas de la novela es el del esencial papel que la medicina, y por extensión la investigación, tienen en la sociedad actual y lo poco valoradas que están ambas. Muchas veces me asalta con tristeza lo crueles que somos con nosotros mismos, capaces de tolerar que un futbolista de moda gane millones de euros al año, o un actor, o un tipo que sale en un canal de Youtube friéndose unos huevos para desayunar, como si eso fuese una hazaña digna de ser retransmitida en directo para el deleite del resto del mortales, mientras que al lado tenemos amigos o familiares que se están muriendo de cáncer porque nuestro sistema sanitario no es capaz de poner en marcha medidas preventivas eficaces, o porque los gobiernos de turno prefieren invertir el capital en asuntos que aportan un beneficio electoral más a corto plazo que la propia investigación. Y lo más importante es que no debemos engañarnos con esto que digo porque, probablemente, si a muchos de nosotros, y que conste que yo me incluyo, nos dijesen que en lugar de pagar la cuota de Netflix o la del canal de fútbol de Movistar Televisión, el dinero que invertimos ahí iba a ser empleado en lucha contra el cáncer, tal vez lo aceptáramos con la boca chica, por pura conveniencia social, aunque estoy seguro de que de puertas para adentro terminaríamos pataleando y diciendo que eso lo debería pagar el Gobierno, en lugar de hacer tantas carreteras, como si el Gobierno fuese un ente abstracto y ajeno a nosotros.
En fin, leeré la novela en cuanto caiga entre mis manos, y veré si soy capaz de empaparme de ese espíritu luchador que Noah Gordon quiso trasmitirnos a todos con la historia.
Como siempre, gracias por tu artículo.
Muchas gracias a ti Kiko, por «dejarte la piel» una vez más comentando uno de mis artículos. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices; y además aportas una nueva perspectiva que no debemos dejar de paso: la autocrítica debe ser previa a cualquier crítica consistente. Solemos criticar, pero pocas veces solemos pensar qué podemos hacer al respecto para mejorar las cosas. Adoptamos una postura «unamuniana» pero más literal que figurada del «que inventen ellos».
En fin, debemos asumir la responsabilidad que todos tenemos de hacer algo para conseguir un mundo mejor y más habitable y con tu reflexión podremos seguir dando pasos.
Muy interesante tu forma de reseñar el libro, realmente te dan ganas de ir a buscar el libro y beber de él todas sus enseñanzas.
Un beso, Karyn
Este comentario si que me llena de felicidad, Karyn, pues valoro enormemente tus críticas y consideraciones basadas en tu rigor y capacidad analítica. Muchas gracias. Abrazo fuerte.
Gracias por presentar esta novela de tan espléndida y con tanta belleza literaria, amiga Carmen.
Hace tiempo que leí la novela y me pareció impresionante. Como esta reseña tuya
Fuerte abrazo..
Teo
Muchas gracias a ti, Teo Revilla, y a todos los amigos de Órbita artístico literaria por permitirte asomar a vuestra hermosa y mágica ventana. Abrazos.
Buena lección, que el esfuerzo es lo único que trae realmente recompensa y que siempre hay que valorar el trabajo realmente importante. Gracias por abrirnos los ojos
Gracias a ti, Tere. A pesar del cansancio, del agotamiento, de la incomprensión, siempre debemos seguir nuestro propio destino aunque sea en soledad. Muy solo se sintió el protagonista de la novela desde niño; pero continuó su propio camino. Un abrazo.
El país de Jauja, como la fuente de la eterna juventud, son leyendas buscadas y perseguidas con la clara obsesión de satisfacer el hedonismo que arrastran sus persecutores. ¿Y todo para qué? Para escapar del rigor de la vida que pone altísimas cuotas de sacrificio a quienes pretenden hacerse a la satisfacción indescriptible que les brinda la consecución de logros y metas (personales y profesionales) que nada tienen que ver o en nada se parecen -por lo diametralmente opuestas que están- al vano ocio, a la inane vagabundería. Carmen Nuevo Fernández, aprovechando la coyuntura de la novela que cita en el caso que nos ocupa («Las oportunidades las pintan calvas») se toma la libertad de, metiéndose piel adentro en el protagonista, justificar la claridad meridiana de este cuando decide aceptar y luchar por el apostolado de la medicina aún en contra de las adversidades que al no hacerle fácil la conquista de su sueño a toda costa se lo impiden. Porque lo que no exige lucha es insaboro la lúcida Carmen ve en este trabajo de Noah Gordon ocasión propicia para soltar un par de disquisiciones de su cosecha que animan a quienes la leen a salir en busca de El Médico, la «novela histórica de Noah Gordon convertida en best seller que narra la azarosa vida de Rob J. Cole»…
René nunca se queda en la superficie. Siempre alcanza la profundidad de las cosas, por eso ofrece una visión mucho más allá de lo que la escritora: Carmen Nuevo Fernández, Verso Fuster, hubiera ni siquiera imaginado. Gracias, René. Eludiendo las dificultades de lo cotidiano como Rob J. Cole, lograremos alcanzar y culminar el proyecto que tenemos en común. Abrazos, amigo.
Como siempre, alimento para la reflexión en tu artículo: “si esos agentes del espectáculo son más valorados y recompensados en nuestra sociedad que aquellos otros que salvan vidas, algo no anda demasiado bien”. Del otro lado, ¡hay que perseguir los sueños y dedicarles esfuerzo!
Como siempre, Raquel, creo que das en el clavo. Distanciarnos de nuestra época puede servir a veces para realizar una nueva valoración de lo que de verdad importa. En ese nueva concepción, «el médico» como categoría y también como individuo es esencial pues sana nuestro cuerpo. Y, por supuesto, tanto tú como yo sabemos que sin los sueños tampoco somos nada. Abrazo fuerte, amiga.