El curso de surf

El curso de surf
La Nueva España, viernes 15 de junio de 2018

En el artículo anterior aludí a los grandes sueños y a las pequeñas ilusiones, ambos necesarios en nuestras vidas para no perder la sensación de estar realmente vivos. Creo que, para ello, se precisa también el percibir que queda algo por realizar. Algo que quizás algún día hagamos, cuando tengamos más tiempo o menos miedo –solemos pensar– pero en definitiva algo que, por alguna razón, también sabemos que ya no deberíamos postergar demasiado.

Le digo a mi amiga Raquel que el surf es una asignatura pendiente para mí y ella, valiente, y desde la distancia –creo que ahora desde Venezuela– me anima a que haga un curso de surf. “Sí, Raquel, algún día. ¿Y si lo hiciéramos juntas?”, le respondo.

Veo las olas inmensas desde la arena, a veces, brillan y rompen enseguida, otras oscuras, densas y eternas amenazan con no romper jamás. Veo a esos surfistas de pies descalzos, que transportan tablas, como si fuesen trofeos, felices, y pienso que yo también fluyo hacia dentro, hacia algún paraíso extraño de algas, inmersa en ese mar relajante como nirvana y que de repente se vuelve duro e inesperado y que golpea certeramente como el sinsabor de un sorprendente vaivén de salitre. Y así sintiendo la humedad profunda desde los pies, sin perder el equilibrio, trato de aferrarme a la firmeza de la tabla como si fuese toda mi patria ligera y líquida. Muevo los brazos e intento ser un pájaro salvaje que alzase sin temor su primer vuelo. Y sí, ahí está todo: el devenir y la esencia como algo absolutamente indisociable. No sé cuánto tiempo ha transcurrido pero solo importa ese instante verde, azul, cobalto, veloz, acelerado, voluble e incierto y contengo un grito que nadie oye: “Mi primera ola”. Y después, siento que me deshago y rompo y regreso de nuevo a la seguridad de la tabla, como a una casa, al confort al que siempre deseamos regresar tras el rayo, el dolor o la tormenta…

“Mi primera ola”, repito en voz baja desde la arena. “Mi primera ola”, y elevo el tono de voz. “Raquel, ¿me oyes?”. En la imaginación, mi primer take off y ya me veo rozando con los dedos la siguiente ola tubular y majestuosa. Cuando regreses, ojalá tengamos tiempo de iniciar ese curso de surf. Ya verás lo que nos reiremos, más que en aquel viaje de estudios…

Y me despido hasta otro momento del mar infinito que converge en espuma, en aquí y en ahora.

15 Comments on “El curso de surf

  1. Carmen, después de leer el artículo varias veces, creo que de todos los que has escrito, al menos desde que te sigo, este es sin duda el que más me ha gustado.
    Y lo ha hecho, porque de manera majestuosa has conseguido tejer un relato que me ha forzado a darme cuenta de lo afortunados que somos teniendo a la alcance de la mano un mar inmenso como es el nuestro, tan hermoso, tan soberbio a veces, con tanta personalidad para dejarse abrazar solo cuando él quiere, y que parece que nos custodia con caricias cuando se presenta calmado, devolviendo a la vista ese reflejo verde grave, azul oscuro profundo, tan imponente en épocas de bonanza climática, a la vez que también es capaz de enfadarse solo por capricho, recordándonos a todos los que lo bendecimos el respeto que se merece.
    Pero además, dándole la vuelta al texto, me he visto reflejado en él con la misma nitidez que esos surfistas de los que hablan mientras esperan tumbados sobre su tabla acariciando la superficie del agua con los dedos. No porque me guste el surf, eso no, confieso que es algo que nunca me ha atraído en especial, pero sí porque mientras tú te pintabas con palabras sentada sobre la arena de la playa, imaginándote sobre una de esas tablas de colores, no hace mucho tiempo que yo hacía lo mismo, sentado sobre la mesa de mi escritorio, dándole vueltas a un folio en blanco, pensando si algún día sería capaz de comenzar a dibujar historias como tú haces, viéndome con rubor desde la distancia cómo alguna de estas historias traspasaba las paredes de mi casa y llegaba a cientos de personas para sentir después sus críticas, buenas o malas, no importa.
    No dudo de que algún día te subirás a una de esas tablas. Yo lo he hecho y no me arrepiento, al contrario, aunque también te digo que a veces, cuando pruebas algo, corres el riesgo de que te guste demasiado y al final termine por convertirse una dulce adicción amenazante.
    Gracias Carmen por compartir con nosotros tus pensamientos.

    1. Muchas gracias por tu comentario. Desde luego, sin tu comentario mis artículos están cojos. Este ya no cojea y se desliza en una tabla hacia el horizonte, donde una ola majestuosa lo elevará no sé a dónde. Sería estupendo si te animas a hacer artículos de este tipo. Yo podría hacerte comentarios. En fin tenemos mucha suerte de tener este hermoso mar a nuestro lado inspirador de nuestros artículos relatos o historias. Abrazos.

  2. Carmen, después de leer el artículo varias veces, creo que de todos los que has escrito, al menos desde que te sigo, este es sin duda el que más me ha gustado.
    Y lo ha hecho, porque de manera majestuosa has conseguido tejer un relato que me ha forzado a darme cuenta de lo afortunados que somos teniendo a la alcance de la mano un mar inmenso como es el nuestro, tan hermoso, tan soberbio a veces, con tanta personalidad para dejarse abrazar solo cuando él quiere, y que parece que nos custodia con caricias cuando se presenta calmado, devolviendo a la vista ese reflejo verde grave, azul oscuro profundo, tan imponente en épocas de bonanza climática, a la vez que también es capaz de enfadarse solo por capricho, recordándonos a todos los que lo bendecimos el respeto que se merece.
    Pero además, dándole la vuelta al texto, me he visto reflejado en él con la misma nitidez que esos surfistas de los que hablan mientras esperan tumbados sobre su tabla acariciando la superficie del agua con los dedos. No porque me guste el surf, eso no, confieso que es algo que nunca me ha atraído en especial, pero sí porque mientras tú te pintabas con palabras sentada sobre la arena de la playa, imaginándote sobre una de esas tablas de colores, no hace mucho tiempo que yo hacía lo mismo, sentado sobre la mesa de mi escritorio, dándole vueltas a un folio en blanco, pensando si algún día sería capaz de comenzar a dibujar historias como tú haces, viéndome con rubor desde la distancia cómo alguna de estas historias traspasaba las paredes de mi casa y llegaba a cientos de personas para sentir después sus críticas, buenas o malas, no importa.
    No dudo de que algún día te subirás a una de esas tablas. Yo lo he hecho y no me arrepiento, al contrario, aunque también te digo que a veces, cuando pruebas algo, corres el riesgo de que te guste demasiado y al final termine por convertirse una dulce adicción amenazante.
    Gracias Carmen por compartir con nosotros tus pensamientos.

  3. Creo que la esencia es esa,uno se queda mirando con envidia,parecen felices,como una tribu ….No necesitan más,me gusta verlos ,y creo que a ti también….siempre me haces pensar y siempre me queda una sensación agradable al leerte, eres una joya,un saludo

  4. Gracias, Quique, por esa foto tan espectacular. A veces hay grandes artistas a nuestro lado y no reparamos en ello. ¡Quién lo diría!… Cuando te echaban de clase ibas a la playa a sacar fotos, ¿no? Jajajaja. ¡Gracias!

  5. Espectacular relato que lleva a mismo a primera hola hace ya algún tiempo, primero en Salinas y después en Portugal. Buenos recuerdos que llegan a través de esta lectura.

  6. Carmen, me encanta ser parte de esta preciosa historia. Cómo escribes y cómo llegas. Te oigo y comparto el artículo con mucha ilusión ?????‍♀️

  7. Carmen ya había leído este artículo, y cuánto más leo tus artículos más bonitos me parecen….. cada artículo que publicas es un verdadero poema, una alegoría, aunque no sé muy bien el significado de la ESE…. Carmen tienes que escribir un libro porfa……….

    1. Susana, actualmente, debo acabar un poemario en común que tengo comprometido y otro propio. Creo que te refieres a lo de la novela, puede que algún día. A cambio, ¿hacemos el curso surf?

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