Decir que el cine Ideal era el cine ideal no es una reiteración innecesaria. El cine Ideal era un hermoso cine que funcionó como tal en Salinas desde la década de los cincuenta hasta finales de los años setenta –creo–, aunque según me ha dicho José Luis Martín Blanco, creador de la página “Salinas en el recuerdo”, la inauguración del pabellón Ideal se remonta al 3 de agosto de 1912, conforme aparece documentado en un recorte de prensa, representándose para tal ocasión, entre otras obras, un sainete de Ramos Martín y un entremés de los Quintero, en las que participaban jóvenes veraneantes.
El caso es que últimamente he hablado sobre ese cine con varias personas, entre otras, con Alberto Martínez-Márquez, profesor universitario de Puerto Rico y especialista en cine, y que obviamente nada sabía de la existencia del mismo; pero que conoció salas similares en Puerto Rico. La finalidad de esas salas y, en aquellos tiempos, era el pasar fundamentalmente un rato de diversión con la familia y los amigos y las películas que se emitían eran principalmente estadounidenses, por lo que, desde ese punto de vista, no existía gran diferencia con lo que sucedía y sucede aquí, pero, sin embargo, creo que había dos diferencias fundamentales: la emisión obligatoria al menos hasta 1976 de los documentales del NO-DO, acrónimo de Noticiarios y Documentales, con anterioridad a la proyección de la película y vehículo de propaganda política y, por otro lado, la intensidad en la emoción que ocasionaba la percepción de aquellos espectáculos o películas. Y en esa percepción es en la que deseo detenerme y permanecer.
De nuevo veo a Mari y a Rosi, las protagonistas de uno de mis artículos pasados y favoritos titulado “El Choclo”, caminando apresuradas para llegar a tiempo a la sesión, ya que a Pepe, el Listero, propietario y encargado del cine, no le gustaba que la gente llegase con retraso. Percibo las risas, la ilusión y hasta el silencio sepulcral que inundaba la sala cuando se atisbaba la sombra de John Wayne avanzando lentamente en la pantalla o a Tyrone Power interpretando a un hermoso pirata y el rugido del satén de la elegante Susan Hayward y los indios, los caballos y los trenes de vapor perseguidos por forajidos…
Todo tan blanco y todo tan negro, todo tan auténtico y tan intenso. Lo que daría por acompañaros una de aquellas tardes. Quizás deberíais de haber permanecido para siempre, allí, en el cine Ideal, como dos estrellas rutilantes.
Carmen, que buen sabor me dejan tus artículos. Me encanta ver como tus textos dan forma a la nostalgia haciendo que la memoria se refresque con las cosas buenas del pasado. Ora un cine, ora un paseo en bicicleta, siempre recorriendo con palabras bonitas escenas del recuerdo de otro tiempo, que aunque seguro que no siempre fue mejor que el actual, a veces incluso mucho más duro, tú lo pintas con colores que lo vuelven apetecible. A mí personalmente me encantaría estar sentado en una butaca de ese cine viendo al bueno de Humphrey Bogart haciendo de Philip Marlowe y acompañado de Lauren Bacall; vaya, yo también me he puesto nostálgico, ves lo que consigues…
Te propongo un reto. Cierra los ojos, viaja con tu mente hacia adelante en el calendario, treinta, cuarenta años, los que tú quieras, y dibuja el cuadro con ese pincel mágico que tienes que todo lo que pinta lo vuelve bueno. Estoy seguro que en tu paleta, el negro con el que se empeñan en hacer que veamos el futuro brilla por su ausencia.
Francisco, tal como te he dicho en alguna otra ocasión, me encanta recibir tus comentarios, pues con ellos mis artículos ganan en profundidad o en dimensión. Además esta vez me planteas un reto apetecible, un ejercicio de «futuro». Lo intentaré, lo prometo y espero alcanzar además algún brillo de esa belleza que impregna siempre la vida sea presente, pasada o futura. Tú sabes perfectamente que solo hace falta algo de imaginación y de inspiración y un folio en blanco por el que dejarse caer… Muchas gracias.
¡Que bueno! Yo lo recuerdo perfectamente y creo que siempre lo recordaré. Cuando estrenaron Star Wars en Avilés en el cine Almirante,como se agotaron las entradas nos volvimos a Salinas y entramos al Divad a ver “No perturbéis el sueño de los muertos.”
Vaya miedo que pasamos (rompí de un salto una de aquellas butacas abatibles de madera Ya envejecidas)
Por eso nunca se me olvidará
Sí, Mariano, aquellas emociones eran únicas y compartidas. Lástima que ya no existan salas de cine como aquellas. Muchas gracias por tu comentario. Saludos.
Me encanta…… conocí ese cine y otros como el Divad en piedras Blancas,tienes en tus manos cuando escribes unamáquina del tiempo que nos transporta a lugares y momentos que gusta recordar,gracias
Gracias, a usted, Menchu. Habrá que seguir profundizando sobre el tema. Lo que no dije en el artículo es que la primera vez que yo fui a un cine fue a ese, muy a finales de los setenta, debía de tener tres años. Me llevó mi abuela: Paz Fuster. Más conocida en Salinas por «Pacita, la bordadora». Abrazos.
I enjoy the report
Thank you very much.
I like the article
Thank you for your comment.
Carmen, que buen sabor me dejan tus artículos. Me encanta ver como tus textos dan forma a la nostalgia haciendo que la memoria se refresque con las cosas buenas del pasado. Ora un cine, ora un paseo en bicicleta, siempre recorriendo con palabras bonitas escenas del recuerdo de otro tiempo, que aunque seguro que no siempre fue mejor que el actual, a veces incluso mucho más duro, tú lo pintas con colores que lo vuelven apetecible. A mí personalmente me encantaría estar sentado en una butaca de ese cine viendo al bueno de Humphrey Bogart haciendo de Philip Marlowe y acompañado de Lauren Bacall; vaya, yo también me he puesto nostálgico, ves lo que consigues…
Te propongo un reto. Cierra los ojos, viaja con tu mente hacia adelante en el calendario, treinta, cuarenta años, los que tú quieras, y dibuja el cuadro con ese pincel mágico que tienes que todo lo que pinta lo vuelve bueno. Estoy seguro que en tu paleta, el negro con el que se empeñan en hacer que veamos el futuro brilla por su ausencia.
Francisco, tal como te he dicho en alguna otra ocasión, me encanta recibir tus comentarios, pues con ellos mis artículos ganan en profundidad o en dimensión. Además esta vez me planteas un reto apetecible, un ejercicio de «futuro». Lo intentaré, lo prometo y espero alcanzar además algún brillo de esa belleza que impregna siempre la vida sea presente, pasada o futura. Tú sabes perfectamente que solo hace falta algo de imaginación y de inspiración y un folio en blanco por el que dejarse caer… Muchas gracias.
¡Que bueno! Yo lo recuerdo perfectamente y creo que siempre lo recordaré. Cuando estrenaron Star Wars en Avilés en el cine Almirante,como se agotaron las entradas nos volvimos a Salinas y entramos al Divad a ver “No perturbéis el sueño de los muertos.”
Vaya miedo que pasamos (rompí de un salto una de aquellas butacas abatibles de madera Ya envejecidas)
Por eso nunca se me olvidará
Sí, Mariano, aquellas emociones eran únicas y compartidas. Lástima que ya no existan salas de cine como aquellas. Muchas gracias por tu comentario. Saludos.
Me encanta…… conocí ese cine y otros como el Divad en piedras Blancas,tienes en tus manos cuando escribes unamáquina del tiempo que nos transporta a lugares y momentos que gusta recordar,gracias
Muchas gracias, Rubén. Revivir a través de la evocación es uno de mis hobbies favoritos.
gracias por volverme a mi infancia!!!sinembargo todavia quedan los nietos del Listero y seguro pueden darle mas informaciones!!
Gracias, a usted, Menchu. Habrá que seguir profundizando sobre el tema. Lo que no dije en el artículo es que la primera vez que yo fui a un cine fue a ese, muy a finales de los setenta, debía de tener tres años. Me llevó mi abuela: Paz Fuster. Más conocida en Salinas por «Pacita, la bordadora». Abrazos.