Los límites de Beulah

Al norte de Beulah, en la región de los muros,
una mujer turca comienza a deletrear abecedarios de hielo.
Los edificios deshabitados acogen el óxido de las visiones,
y lavadoras inservibles florecen en los jardines del olvido.
En las noches de insomnio, al norte de Beulah,
los disparos son arrojados desde las torres de vigilancia,
y la sangre salpica el sueño de los bosques.
Al este, al este de Beulah, el deseo blanco del búho
vence al deseo negro del cuervo.

Refulgen las cúpulas de las sinagogas, y las lunaciones
se suceden en los espacios inundados por el espíritu.
La fecundidad reposa en inscripciones de mármol.
Un bosquejo de sombra se tiñe de blanco.
En aquel tiempo recibimos la extraña necesidad de renacer.
En aquel tiempo amábamos la oculta profundidad. Al sur,
al sur, al rumbo de la azulidad.
Las piramides truncadas depositan las semillas celestes.
La experiencia del mercurio y del azufre bañada por el recuerdo del verano.
La música evanescente del salterio y la trayectoria mágica del crómlech.
La paloma azul, que deposita su corazón en una copa de oro.
Al sur de Beulah, lejos de la celeridad del estrago.
Al sur de Beulah, muy lejos de las simas de la perdición.
Al oeste se ocultan la casa del sol y el ángel de arena.
Al oeste de Beulah, las falsas promesas del cinabrio, la rosa de los vientos y los faros.
Al oeste, al oeste de Beulah, se oculta el amor contenido en un cinerario.
En aquel tiempo recibimos la extraña necesidad de renacer.
En aquel tiempo amábamos la profundidad