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La Ley de Newton

Hoy he pronunciado palabras angostas: anémonas de piedra, ojivas, torres con nidos vacíos. Y el cerezo ha florecido.

Hoy he querido alejarme de fragmentos fríos y de inclinaciones como brocales de tristeza, y no he querido pronunciar arpa envenenada ni dolor, dolor donde florece tímidamente la muerte. Aunque sé que es tarde para decir reflejo múltiple de los faros o rebeldía en los arrecifes.

Aunque sé que es tarde para decir anochecer inmaduro, pájaro de damasco o destellos en el océano escarlata.

Hoy el cerezo ha florecido. Y quizás voces de ninguna procedencia digan padre. Quizás lo digan.

Y tu voz quizás brote de las viñas más blancas, de las leyes más puras.

¿Aún recuerdas la primera ley de Newton?

...Los cuerpos continúan, siempre continúan con velocidad uniforme en línea recta.

...Los cuerpos continúan, siempre continúan.

Hoy he pronunciado palabras angostas.

Sufren los instrumentos sin cuerda. Los ciervos huyen de las gavetas rotas. Un perfume de acacias y de números corre por la lírica apagada de los pavimentos. No cantan los mirlos sobre las zarzas ni sobre los voltímetros de lluvia.

Pero tú dices, ¿aún recuerdas la integral de la música, la matriz de la pureza?

Hoy el cerezo ha florecido. Ha florecido, quizás, porque Newton lo ha dicho, y tú lo has dicho,

...los cuerpos continúan, siempre continúan.

Aunque sea tarde para decir la luz inunda la vieja chimenea, y en mi corazón suenan objetos extraños como cartabones de música.

Hoy el cerezo ha florecido. Aunque sea tarde para decir.

...Los cuerpos...